Cada día más, así se titula una canción del inmenso Julio Iglesias, pues bien, cada día más me convenzo de que Latinoamérica está sembrada de traidores, y que República Dominicana, en esa carrera de velocidad, compite por los primeros lugares, solo el foto finish nos aclarará el resultado final.
Nuestra historia está plagada de actos de traición, desde mucho antes de ser una nación, la vida contada nos dice que Guacanagarix, uno de los cinco caciques al arribo de los legatarios de muertes, traicionó a su pueblo alzado en armas para impedir la colonización, y ahí se sembró la semilla de la traición en América, desde entonces hay pocas historias personales impolutas, marginadas de ese germen, pues en cualquier actividad humana, y en relación a si mismos, la traición abunda.
Al nacer la República, de manos de unos jóvenes patriotas, logrado el propósito y creado el poder en manos de criollos, se hizo presente la traición. Tres padres de la patria, Duarte, Sánchez y Mella, los tres primeros traicionados de la nueva nación, uno exiliado, otro fusilado y en definitiva los tres traicionados, todo a causa del poder, y más luego la traición general a los fines emancipadores por parte de Pedro Santana, quien procuró la anexión a España, y entre una y otra traición y en el eterno después también, la interrelación de las traiciones, de Santana a Buenaventura Báez y viceversa, la de Lilís, Desiderio Arias, Horacio Vásquez, Trujillo y así en cada punto cardinal del país y de América la traición incidió en nuestras historias.
La historia de América es la historia de las traiciones, la cual tuvo y tiene más categoría histórica que la suerte.
Pasado el tiempo, luego del nacimiento de las naciones americanas, cuyas fronteras también se construyeron en parte con base a la traición y la ambición, los grandes liderazgos fueron malogrados por traiciones intestinas en sus partidos, los que se dividieron, mutaron, y procuraron propios beneficios. Por ello, la desgracia y desdicha de que grandes hombres y mujeres dominicanos como José Francisco Peña Gómez, Hatuey Decamps, Milagros Ortiz Bosch, Ramón Alburquerque, Tony Raful, entre muchos otros, solo de una corriente partidaria, jamás ostentaron la primera magistratura de la nación como parecían destinados. Es pues el PRD la verdadera cantera de presidentes troncados.
La traición es el mal de los siglos. Presente en cada trazo de historia. El mal aprovechable por naciones poderosas para comprar a mansalva adeptos e injerenciar en las naciones como la nuestra. Si se invierte correctamente el dinero corruptor, de otro tipo de corrupción que llaman ‘gastos estratégicos de inteligencia’, podrán gobernar con sus invisibles hilos, trocando a su favor las grandes riquezas por cuentas de vidrios modernas. Lo nacional es solo discurso pues los que nos dirigen pasaron por las largas filas de ofertados a la compra.
En el mundo militar, la traición es norma, en este mundo, sus miembros comportan enormes y diminutos archipiélagos de poder, donde cada quien tiene su grupo y su cadena de mando si logra llegar, la meritocracia es la vinculación con el incumbente, y la posibilidad de ser está anclada en los vínculos primarios con políticos, y lo mismo en cada mundo de los cientos de micro mundos que componen una nación, lo mismo aquí que en Perú o Bolivia o Guatemala o México, lo mismo en el mundo de los tenidos como buenos que en el mundo de los tenidos como malos.
La traición es un bien, una prenda primordial en la construcción de grandes y pequeñas historias. Siempre presente, siempre incidente, protagonista de nuestros males.
Hoy día la traición no es solo un arte, una artesanía del diarismo conviviente en cada esfera, una pieza de oportunismo para metas y logros, también es pieza fundamental en la política vernácula y la internacional, lo mismo que en la investigación penal.
No hay agentes o fiscales nacionales y mucho menos nacionalistas, hay serviles a al propósito de la gran traición, del desdecirnos, del desconstruirnos en pos de un bien general que traiciona lo humano. Es así que una pieza fundamental en la investigación penal de hoy día es el denominado informante, traidor primario al todo y secundario respecto de sus socios en la traición social general. Lo que también ocurre con las figuras llamadas delator, infiltrado, instigador, fuente, y en fin, decenas de vocablos técnicos para referirse a traidores, que trabajan para otros traidores, porque la traición es fundamental para el sostén de las instituciones y la sociedad, quizá no sea tan mala, y hasta puede que sea un tanto divina, ¿Lo recuerdan? “Caín traicionó a Abel”.
Los jefes de estamentos militares e investigativos despachan con poderes locales y extranjeros, lo que está prohibido por el artículo 3 de la Constitución, pero le llaman cooperación internacional a esa camuflada traición con base en la ley. Es decir que el Congreso mismo, que aprueba leyes que traicionan a su país, les licencia para traicionar con base a la ley, y es esta la causa de que se embriaguen, a sabiendas de que es una falsedad, en la idea de que cumplen una labor heroica que aplauden los medios, que a su vez traicionan su obligación de objetividad en favor del gobierno que traiciona hasta a la traición misma.
En el caso de un vicealmirante, de quien omitimos el nombre por razones éticas, quien ocupara la más alta posición en el organismo de persecución del crimen de narcotráfico, quien fuera un devoto servil de las agencias de investigaciones extranjeras, un adoquinado, un arrodillado a la DEA, y hoy es presuntamente solicitado en extradición, a decir del afamado periodista Julio Martínez Pozo, por los Estados Unidos, la nación por la que bifurcó su fidelidad, lealtad y nacionalismo. Lo que viene a bien y ayuda a equilibrar las cosas en días de extradiciones por asuntos de narcotráfico contra servidores y allegados al gobierno de turno. Parece el cobro de un favor, quid pro quo, ya que el vicealmirante, como todos los ocupantes de esa posición, fue un funcionario mixto del gobierno, en su caso el de Danilo Medina, y de cualquiera que estuviera entonces como huésped de la Casa Blanca.
Esta aparente traición-favor hace recordar el caso del ex procurador Jean Alain Rodriguez, a quien se veía frecuentemente departir en público con la otrora embajadora Robin Bernstein, con quien parece creó grandes pero desatables lazos. Tiempo después, la nación de la Bernstein, ante un favor solicitado por el gobierno dominicano, teniendo un presidente con nebulosas cognitivas y desconexiones momentáneas con la realidad, ordenó el retiro del visado al entonces encarcelado ex procurador, extensivo a su familia directa, con la sola intención de, con ese publicitado e inusitado retiro de visa, único publicado por la propia embajada, equilibrar con el triunfo procesal humano obtenido por el ex procurador en uno de los organismos de las Naciones Unidas.
Así funcionan los estados cuando de fichas humanas sacrificables se trata, no valen los servicios, historias y colaboraciones, el favor también traiciona, y siempre pesará más el detentador de poder y sus peticiones que tienen como finalidad el poder maniobrar la retórica hacia lo público, que un caído y traicionable antiguo colaborador que aparente no tener vocación de poder, como el ex vicealmirante, caído y nuca más vulnerable, lo que le hace perfecto para poder ser traicionado, constituyendo esto, amén de una acción lastimera, una triste traición.
Quizá alguien se anime algún día a escribir la historia de las traiciones en nuestro continente, como un aporte “justificativo” de acciones históricamente deleznables. Quizá.
Mas sobre el autor
El autor, Lic. Valentín Medrano Peña, es miembro del Instituto Dominicano de Derecho Penal.








